Tú,
que siempre habías acabado de llenar el vaso medio vacío de
cualquiera, que eras capaz de hacer temblar hasta al hombre más duro que hubiera con apenas tu metro y medio de estatura y tu sonrisa pegadiza.
Recuerdo
tus miedos y manías y sigo pensando que no conseguían fijar ningún
defecto en ti. Estar contigo era como andar descalzo en un suelo lleno de cristales rotos, tan peligroso y a la vez tan doloroso. Pero y qué,
la curiosidad mató al gato y yo aún seguía con seis vidas que no podrían alargarse si tú seguías cerca.
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