Te marchas. Y como siempre, dejas la puerta medio abierta. No sabes lo que supone ver como una ligera ráfaga de aire la mueve y mis nervios suben taquigráficamente con la pequeña esperanza de que estés de vuelta. Pero una vez más, no eres tú. Pero sí tu culpa; Te la dejaste abierta, como la herida que me causaste y estas ganas insaciables de ti.
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